Hola. Les comparto otro relato de ficción que escribí hace tiempo. Espero les agrade.

Pizza de calamar

Era una tarde en el MIT (el prestigioso Moanda Institute of Technology), cuando el Dr. Niwaabe discutía amigablemente con su . . . eminente colega, el Dr. García.

- No. Definitivamente no estoy de acuerdo - exclamó el Dr. García mientras le daba un sorbo a su taza de café -. Aun si consiguieras construir una maquina como la que describes, no aceptaría adjudicarle el calificativo de humano. Lo humano, querido amigo, va mucho más allá de un revoltijo de chips encapsulado en epitelio artificial. Pero esa es una idea tan elemental que tu cerebro contaminado de circuitería y de ecuaciones íntegro-diferenciales no puede comprender.

El Dr. Niwaabe, aspirando su pipa y riendo de buena gana, respondió:

- ¡Caramba Ed! Hablas con el ingenuo romanticismo del siglo veintiuno. En aquella época de ignorancia y oscurantismo resultaba comprensible y hasta simpática la posición que adoptas; pero hoy en día es francamente grotesca. Me extraña que teniendo una formación científica tan sólida te dejes llevar por ideologías propias de fanáticos neonaturistas.

- Sabes bien que no soy el único que piensa así en los círculos académicos.

- Sí. Es una pena que en biólogos tan eminentes como tú aún queden resabios del añejo vitalismo. Pero convéncete muchacho; con la reciente avalancha de descubrimientos en psicofísica de las emociones y con la tecnología que tenemos desde el siglo pasado en redes neuronales, cibernética, informática cuántica y nanotecnología de biosíntesis es posible, en este mismo momento, construir androides indistinguibles de cualquier ser humano auténtico.

El Dr. García rio irónicamente, al tiempo que se rascaba con el pulgar atrás de la oreja, un gesto característico de él en situaciones de estrés. Terminó su café de un trago, se levantó del sillón y se acercó al escritorio del Dr. Niwaabe diciéndole:

- Crees que sólo porque uno de tus estúpidos robots le ganó a Brocalowsky el campeonato mundial de ajedrez tridimensional y otro demostró el teorema que refutó el principio de incertidumbre de Heisenberg, te has convertido ya en el dios creador de la nueva raza que finalmente nos guiará a nosotros, animales inferiores, a un destino glorioso.

- ¡Por favor Ed! No tergiverses las cosas; esos androides son de hace dos generaciones. Yo me refiero a algo totalmente nuevo. Por otro lado, es obvio que mi intención no es ser un dios ni nada parecido. Mi interés es de . . .

El Dr. García no le permitió continuar. Inclinándose hacia el rostro del Dr. Niwaabe, y señalándole con el índice, agregó:

- ¡Pues no mi buen amigo! Admito que tus artefactos muestren habilidades excepcionales en algunos campos específicos como el ajedrez o las matemáticas, pero jamás podrás poner en uno de ellos toda la riqueza de potencialidades de un ser humano como tú o como yo. Tus robots podrán apabullarme en el ajedrez y las matemáticas pero no se me equiparan en nada más. En el mejor de los casos, podrás quizás construir un robot que me derrote en todos los deportes, que cocine la pizza de calamar mejor que yo, que haga mejores chistes que yo, incluso que sea mejor científico que yo, pero aun así no aceptaría tu pretensión de humanidad para tal monstruo porque no sería capaz de hacer todo lo que yo hago, exactamente como yo lo hago.

El Dr. Niwaabe sonrió enigmáticamente al tiempo que le preguntaba al Dr. García:

- ¿Estás completamente seguro de lo que dices Ed? ¿Te atreverías a apostar?

- Claro que estoy seguro. Te apostaría el monto total de mi beca para estudios ectobotánicos en Marte y hasta mi colección de especies microscópicas extintas. Jamás podrás construir un robot que sea exactamente igual a mí o a cualquier otro ser humano.

El Dr. Niwaabe, sin dejar de sonreír, se levantó y fue a la puerta. Abrió y le habló a alguien de afuera para darle algunas indicaciones que el Dr. García no alcanzó a escuchar. A los pocos segundos apareció en el marco de la puerta un individuo con una apariencia idéntica a la del Dr. García. Ambos, el Dr. García y el de la puerta, abrieron desmesuradamente los ojos y se rascaron con el pulgar atrás de la oreja. "El Dr. García" sintió que un sudor helado le corría por la espalda cuando el Dr. Niwaabe le dijo al otro, al de la puerta:

- Mi buen amigo Ed. ¡Ahí lo tienes! Creo que me debes una beca y una colección de microbios. Además te aceptaré una invitación a comer pizza de calamar. ¡Así es la vida camarada!