La ciencia tiene una gran fuerza social. Sólo tienen que presentarnos a una persona con un título que lo acredite como científico y todos damos un paso atrás y soltamos un "ooohh" de admiración. Los grandes científicos de la historia (Newton, Einstein, Darwin, Edison...) son mitificados e idolatrados; y cada vez que hay una conferencia de un premio Nobel el populacho se acerca en avalancha, casi como para tirar cacahuetes al foso de los orangutanes.

Todo esto, en principio, es bueno. Significa que la ciencia se ve socialmente como una fuente de conocimiento y progreso positivo. Tal vez sería mejor que la gente se acercara a la ciencia y la viera como algo más cotidiano, en vez de como un mito. Eso es algo que páginas web como ésta siempre se esforzarán en conseguir.

De lo que os quiero hablar hoy es de la gente que se aprovecha del respeto social que tiene la ciencia. A veces por pura ignorancia, a menudo para sacar provecho propio, la pseudociencia utiliza la jerga y las formas de los artículos científicos serios para difundir mensajes nada rigurosos, que corresponden más a ideas iluminadas que a hechos científicos que puedan ser comprobados experimentalmente.

El ejemplo paradigmático de la pseudociencia actualmente es la astrología. Y tal vez sea el peor, ya que los supuestos astrólogos utilizan la apariencia de una ciencia seria con fines lucrativos, con voluntad de engañar al pueblo. Hablan de estrellas, planetas y lunas, flujo de energía, constelaciones y fuerzas. Conceptos que no sólo existen en la ciencia, sino que además suenan mucho a ciencia. Pero la capacidad de utilizar una jerga no convierte a una persona en científico. Estas personas no utilizan los conceptos científicos según su definición rigurosa, y en el marco de unas teorías concretas demostrables experimentalmente. Claro, ellos juegan con la psicología de la gente, creando predicciones vagas que puedan ser aplicadas a prácticamente todas las situaciones cotidianas de la vida de una persona; llegando al efecto Placebo y al bien conocido fenómeno de las profecías autocumplidas. Por ejemplo, una "predicción" típica es en los próximos meses, encontrarás el amor. Claro, ¿quién no conoce a personas interesantes cada pocos meses? Si, debido a tener presente la predicción, interpretas una nueva amistad en esos términos, tú mismo estás cumpliendo la profecía por tu propia predisposición. Eso no es ciencia. Es pura manipulación y ambigüedad. Los astrólogos son los trileros de la ciencia.

Otro ejemplo muy abundante en Internet es lo que yo, sin intentar herir los sentimientos de nadie, llamo Iluminados. El iluminado suele presentarse como alguien sin estudios científicos reglados, pero autodidacta y entendido en la materia. Yo incluso he visto a gente que se atreve a llamarse a si misma "Físico autodidacta". Este tipo de persona simplemente ha leído algunos libros de divulgación, sin entender el contenido real de los mismos y formándose una imagen mental de lo explicado poco correspondiente con la realidad. Incluso a veces leen textos técnicos, sin capacidad alguna de entender el lenguaje matemático. Con este más que dudoso bagaje, se permiten formular sus propias teorías, que obviamente contradicen frontalmente las teorías serias fundamentadas en la experimentación. Cuan más famosa es una teoría, más fácil es que estos individuos se crean en derecho de despreciar toda la evidencia experimental. ¿Cuántos artículos contra la relatividad, la cuántica, o ambas a la vez puede uno encontrar en google?

Ante todo esto, nosotros mismos, los que nos interesamos y hasta llegamos a trabajar en la ciencia seria y real, tenemos la obligación social de, primero, hacer autocrítica y, segundo, poner los medios para paliar este déficit.

Este fenómeno de la pseudociencia es posible debido a que la sociedad, pese a admirar la ciencia, la ve como algo "muy difícil" y lejano. Nos ven como los orangutanes en el foso, pero no se atreven a saltar el muro. Para evitar que la pseudociencia, y la gente que se aprovecha de ella, sea un problema creciente, el único camino es acercar la ciencia a la sociedad. Mejorar la divulgación científica, de forma que los textos sean lo suficientemente claros y no dependan de metáforas que puedan confundir a los más proclives a la iluminación.

En definitiva, somos nosotros los que debemos saltar fuera del foso para que los ciudadanos de a pie se den cuenta de que no somos orangutanes. Es nuestra obligación con la sociedad.