El 25 de febrero de 1925, el profesor Gösta Mittag-Lefflerm, miembro de la Academia Sueca de Ciencias, escribió una carta a la astrónoma estadounidense, Henrietta Swan Leavitt:


«Honorable señorita Leavitt,
Lo que mi amigo y colega, el profesor von Zeipel de Uppsala, me ha informado acerca de su admirable descubrimiento sobre la ley empírica referente a la relación entre la magnitud y la duración del período de las cefeidas variables de la Pequeña Nube de Magallanes me ha impresionado tan profundamente que me siento seriamente inclinado a nominarla al premio Nobel de Física de 1926; aunque debo confesar que mis conocimientos sobre la materia son aún bastante incompletos».


La carta nunca llegó a la destinataria y Leavitt no fue nominada al premio Nobel, pero no porque no lo mereciera, sino porque... ¡hacía más de tres años que había fallecido! (el premio Nobel solo se concede a personas vivas).

Y ¿por qué un miembro de la Academia Sueca no estaba enterado de la muerte de su nominada?: eran otros tiempos.

En 1886, el director del observatorio de Harvard, el astrónomo Edward Charles Pickering, consideró como una magnífica idea contratar mujeres para la tediosa labor de clasificar estrellas a partir de placas fotográficas: resultaba que eran muy eficientes en su tarea, trabajaban el doble y se les pagaba la mitad. A este grupo de mujeres se les llegó a llamar las computadoras de Harvard e, incluso, el harén de Pickering.

En 1893 ingresó a este grupo Henrietta Swan Leavitt.

En 1912, Leavitt, al estudiar y clasificar cientos de estrellas variables, hizo un descubrimiento sorprendente: encontró que en las variables cefeidas de la Pequeña Nube de Magallanes había una relación lineal entre su brillo y su periodo. Dado que todas se encontraban en la Pequeña Nube de Magallanes, consideró que su distancia hasta la Tierra era aproximadamente la misma, lo que significaba que esta relación se presentaba para todas las cefeidas y, por tanto, serviría de método para averiguar la distancia a cualquier cefeida.

La importancia de ese descubrimiento es que, hasta ese momento, la única forma fiable de determinar las distancias astronómicas era a través de la medición del paralaje; sin embargo, con la precisión de los instrumentos de la época, apenas permitía calcular la distancia a las estrellas más cercanas (o sea, unos pocos años luz). Con este nuevo método, se podría calcular la distancia a estrellas distantes cientos de miles e, incluso, millones de años-luz. Durante muchos años, los descubrimientos astronómicos más importantes, incluidos los de Hubble, estuvieron basados en esta forma de determinar las distancias.

El descubrimiento de Leavitt fue publicado en los Anales del Observatorio de Harvard, en un artículo... ¡firmado por Pickering! (aunque, todo hay que decirlo, en el artículo Pickering advierte que el trabajo fue realizado por Leavitt). Eran otros tiempos.