En el máster de formación del profesorado tuvimos que escribir nuestra opinión sobre en qué había beneficiado el avance de la física a la humanidad. Como (pienso que) no me quedó muy mal, lo cuelgo por aquí :P
Cuando el ministro de hacienda británico William Gladstone le preguntó al científico Michael Faraday si tenían alguna utilidad real sus estudios sobre la electricidad y el magnetismo, Faraday no lo dudó y respondió: “Algún día, señor, podrá cobrar impuestos por esto”.

Esta anécdota viene a resumir la relación entre el avance de la ciencia, en concreto de la física, y el beneficio de la humanidad. Hace siglos, podías coger a una persona que viviera en el siglo XI y llevarla al XIII y apenas notaría el cambio: seguiría labrando el campo a las órdenes de un rey cuyo nombre quizá no conocería. Hoy eso no es posible. El avance de la física en los últimos siglos nos ha llevado a un mundo que no reconocerían nuestros antepasados.

Hemos llevado al hombre a la Luna gracias a la teoría sobre la gravitación que desarrolló Isaac Newton hace más de trescientos años. Tenemos satélites en órbita gracias también a esa teoría, a los que incorporamos a mano un retraso de microsegundos debido a la dilatación del tiempo por el campo gravitatorio de la Tierra (y a su propia velocidad), algo que nos enseñó Einstein hace más de cien años.

Estos grandes hombres debían comunicarse por carta, y sus mensajes tardaban días (¡o incluso semanas y meses!) en llegar a su destino. Hoy sus descubrimientos nos permiten conectarnos con cualquier persona del mundo de manera casi instantánea.

Pero no solo se necesitaba entender lo grande para llegar hasta donde hoy estamos. También era necesario entender lo muy pequeño. Y justo hace cien años, en la década de los años veinte, hombres como Heisenberg, Schrödinger, Born, Pauli… se dedicaban a eso, desarrollando la mecánica cuántica, que nos dio un entendimiento profundo del comportamiento de los electrones en los átomos, y físicos como George Gamow, Marie Curie, Hans Bethe o Lisa Meitner se dedicaban a entender el comportamiento cuántico del núcleo de estos.

Gracias a sus estudios, tenemos transistores, que son la base de toda la tecnología actual. Entendemos el comportamiento de los átomos, lo que nos ha permitido entender la química de manera profunda y utilizarla para nuestro beneficio. Todo ello ha derivado en que hoy podamos hacernos radiografías, resonancias magnéticas, tomografías por emisión de positrones, radioterapia… pero también ver una película o mandar un whatsapp.

Entendemos el comportamiento de los fluidos gracias a físicos como Bernouilli o Stokes, lo que nos permite predecir el tiempo que hará los próximos días, hacer volar aviones, o predecir la evolución del clima en los próximos siglos.

Entendemos el comportamiento de la electricidad y el magnetismo gracias a físicos como Faraday, Lenz o Maxwell. Electricidad que obtenemos en fábricas y llevamos hasta las casas, mientras nos preocupamos por encontrar maneras más limpias de obtenerla (fusión nuclear, pilas de hidrógeno…).

Entendemos el comportamiento de la luz (tanto cuántico como clásico) gracias a físicos como Huygens, Newton, Young, Fraunhofer o Feynman. Ya nadie vive sin ver (tenemos gafas, operamos de cataratas…) debido a problemas de visión, y trabajamos para que incluso los ciegos puedan recuperarla.

Entendemos el comportamiento de la materia a casi todas las escalas gracias a estudiosos de todos los tiempos, desde Demócrito y Leucipo hasta Dalton, Rutherford o Landau. Ello nos ha permitido crear superconductores y superfluidos… (que también revolucionarán el mundo tal y como lo conocemos), pero también cosas más mundanas: bombillas, hornos, microondas, medicinas, materiales más idóneos para coches, trenes o barcos…o incluso desentrañar la estructura del ADN.

Y quizás lo curioso de todo esto es que la ambición de los hombres y mujeres que desarrollaron todas estas teorías era otra. Ellos solo querían entender un poquito mejor la naturaleza. Alimentar la curiosidad de ese niño que todos llevamos dentro, y se pregunta por qué el cielo es azul, por qué las nubes flotan, por qué se forma un arco iris o de qué están hechos los objetos que toca.

Y el propio avance de la física también nos permite seguir enseñándole cosas a ese niño, estimular su curiosidad.

Tenemos aceleradores de partículas que nos permiten hacerlas colisionar y descubrir nuevos tipos, testear nuestras teorías más profundas e incluso crear antimateria. Tenemos telescopios en órbita que nos permiten ver galaxias a miles de años luz, observar la distorsión de la luz en campos gravitatorios o incluso el disco de acreción de un agujero negro en una galaxia lejana debido a la materia que cae en él. Creamos interferómetros kilométricos para detectar ondas gravitatorias producidas en la fusión de estrellas de neutrones o de agujeros negros. Y esto solo es solo asomarnos mínimamente a todo lo que hacemos.

En definitiva, la física ha permitido que la sociedad avance de manera exponencial. Ha mejorado nuestras condiciones de vida, nuestra manera de relacionarnos o incluso las oportunidades que tenemos de curarnos. Todo ello ha derivado en sociedades más justas, más igualitarias, dado que el acceso a recursos se abarata gracias a estos mismos avances en un círculo que se retroalimenta, dado que permitimos que más personas tengan acceso a la misma información y puedan formarse, pudiendo contribuir en el futuro a este mismo avance, cerrando el círculo.

El avance de la ciencia es la mayor epopeya en la que los humanos estamos inmersos, con luces y sombras, fracasos y éxitos, héroes y también villanos. Como decíamos al principio, la física nos ha traído a un mundo que nuestros antepasados no reconocerían. Y lo que más nos estimula a seguir avanzando es pensar que nosotros tampoco reconoceremos el mundo al que nos llevará.