Varios físicos dominaban distintos idiomas, tal el caso de William R. Hamilton, que conocía trece idiomas cuando sólo contaba con trece años de edad. Erwin Schrödinger dominaba cuatro idiomas. También Murray Gell-Mann les da mucha importancia, mientras otros, como Richard Feynman, ven en un idioma algo convencional y son reacios a aprenderlos.
El físico ruso George Gamow (1904-1968) nos relata una experiencia que le sucedió en una visita a Louis de Broglie: Cuando lo visité, vi que residía en una magnífica mansión en un elegante suburbio parisiense de Neuilly-sur-Seine. La puerta se abrió y apareció un lacayo de aspecto imponente.
Je veux voir Professeur de Broglie. (Yo deseo ver al Profesor de Broglie)
Vous voulez dire, Monsieur le Duc de Broglie (Ud, quiere decir el Señor duque de Broglie)
Replicó el sirviente.
“Muy bien, le Duc de Broglie” repetí y fui introducido en la casa.
De Broglie, vistiendo ropa de entrecasa de seda, me recibió en una salita de estudio suntuosamente amueblada, y empezamos a charlar de física. Resultó que no sabía hablar el inglés y, por mi parte, mi dominio del francés era bastante endeble. Pero pudimos arreglarnos mal o bien, ya usando mi maltrecho francés, ya escribiendo las fórmulas matemáticas sobre un papel, de manera que logré darle a entender aquello que pensaba manifestarle y fui capaz de comprender sus comentarios. Ahora bien, un año más tarde, de Broglie viajó hasta Londres para dar una conferencia en la Royal Society y yo, por supuesto, asistí a la misma. Su exposición, magnífica, permitió apreciar un inglés impecable, con apenas un ligero acento francés. Y entonces entendí otro de sus principios: todo forastero que llega a Francia debe aprender el francés. (De “Treinta años que conmovieron la física”).
www.geocities.com/bdsp1626
El físico ruso George Gamow (1904-1968) nos relata una experiencia que le sucedió en una visita a Louis de Broglie: Cuando lo visité, vi que residía en una magnífica mansión en un elegante suburbio parisiense de Neuilly-sur-Seine. La puerta se abrió y apareció un lacayo de aspecto imponente.
Je veux voir Professeur de Broglie. (Yo deseo ver al Profesor de Broglie)
Vous voulez dire, Monsieur le Duc de Broglie (Ud, quiere decir el Señor duque de Broglie)
Replicó el sirviente.
“Muy bien, le Duc de Broglie” repetí y fui introducido en la casa.
De Broglie, vistiendo ropa de entrecasa de seda, me recibió en una salita de estudio suntuosamente amueblada, y empezamos a charlar de física. Resultó que no sabía hablar el inglés y, por mi parte, mi dominio del francés era bastante endeble. Pero pudimos arreglarnos mal o bien, ya usando mi maltrecho francés, ya escribiendo las fórmulas matemáticas sobre un papel, de manera que logré darle a entender aquello que pensaba manifestarle y fui capaz de comprender sus comentarios. Ahora bien, un año más tarde, de Broglie viajó hasta Londres para dar una conferencia en la Royal Society y yo, por supuesto, asistí a la misma. Su exposición, magnífica, permitió apreciar un inglés impecable, con apenas un ligero acento francés. Y entonces entendí otro de sus principios: todo forastero que llega a Francia debe aprender el francés. (De “Treinta años que conmovieron la física”).
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