Muy buenas de nuevo, amigos.
Vuelvo a escribiros desde el más allá. Como os dije en el anterior desafío, estoy aquí pasando los últimos días del verano, esquivando el insoportable calor de Giza. Volveré a casa, por fin, el próximo día 24, justo después de celebrar la gran fiesta del equinoccio el día anterior. Por cierto, gracias a vuestras respuestas, mi querido amigo Isaac ha podido recordar como construir un telescopio reflector espléndido para poder observarlo con garantías.
En espera de la gran celebración, sigo pasando el tiempo visitando a los grandes de la historia, escuchando sus relatos. En esta ocasión, a falta de uno, he podido disfrutar de dos genios recordando batallitas: James Clerk Maxwell y Ludwig Boltzmann.
Entre ambos, sentaron las bases de lo que hoy llamamos Teoría Cinética, y tantos años después siguen hablando apasionadamente de ella. Ojalá pudiera transcribir todo lo que he escuchado esta tarde. Pero, por desgracia, mi obligación de Esfinge es plantear un nuevo enigma, así que vamos allá.
La conversación se alargó tanto que hemos decidido cenar. Una deliciosa sopa, servida en unos platos hondos preciosos, cortesía de la señora Boltzmann. Por desgracia, James tiene una lengua muy sensible, así que decidió enfriar el contenido de su plato antes de ingerirlo. Con tal efecto, cogió su cuchara y empezó a remover la sopa a base de un rítmico movimiento circular de muñeca.
Al verlo, Boltzmann se rió. Dijo que al remover el líquido, Maxwell no hacía otra cosa que empujar sus moléculas, aportando más energía. «Como dice nuestra propia teoría Cinética, amigo James», prosiguió, «la temperatura no es más que la manifestación macroscópica de la energía cinética de las partículas que conforman la sopa. Por lo tanto, si aportas más energía agitándola con la cuchara, lo que harás será calentarla, no enfriarla».
Al escucharlo, Maxwell y yo no pudimos más que mirarnos mutuamente, extrañados. «Pero Ludwig, remover la sopa para enfriarla es una práctica milenaria. Y todos sabemos que funciona, tu razonamiento no puede ser correcto».
Tranquilo, chicos, no permitáis que una discusión sobre la sopa enturbie una secular amistad como la vuestra. Seguro que los chicos de La web de Física nos sacarán de dudas.
Vuelvo a escribiros desde el más allá. Como os dije en el anterior desafío, estoy aquí pasando los últimos días del verano, esquivando el insoportable calor de Giza. Volveré a casa, por fin, el próximo día 24, justo después de celebrar la gran fiesta del equinoccio el día anterior. Por cierto, gracias a vuestras respuestas, mi querido amigo Isaac ha podido recordar como construir un telescopio reflector espléndido para poder observarlo con garantías.
En espera de la gran celebración, sigo pasando el tiempo visitando a los grandes de la historia, escuchando sus relatos. En esta ocasión, a falta de uno, he podido disfrutar de dos genios recordando batallitas: James Clerk Maxwell y Ludwig Boltzmann.
Entre ambos, sentaron las bases de lo que hoy llamamos Teoría Cinética, y tantos años después siguen hablando apasionadamente de ella. Ojalá pudiera transcribir todo lo que he escuchado esta tarde. Pero, por desgracia, mi obligación de Esfinge es plantear un nuevo enigma, así que vamos allá.
La conversación se alargó tanto que hemos decidido cenar. Una deliciosa sopa, servida en unos platos hondos preciosos, cortesía de la señora Boltzmann. Por desgracia, James tiene una lengua muy sensible, así que decidió enfriar el contenido de su plato antes de ingerirlo. Con tal efecto, cogió su cuchara y empezó a remover la sopa a base de un rítmico movimiento circular de muñeca.
Al verlo, Boltzmann se rió. Dijo que al remover el líquido, Maxwell no hacía otra cosa que empujar sus moléculas, aportando más energía. «Como dice nuestra propia teoría Cinética, amigo James», prosiguió, «la temperatura no es más que la manifestación macroscópica de la energía cinética de las partículas que conforman la sopa. Por lo tanto, si aportas más energía agitándola con la cuchara, lo que harás será calentarla, no enfriarla».
Al escucharlo, Maxwell y yo no pudimos más que mirarnos mutuamente, extrañados. «Pero Ludwig, remover la sopa para enfriarla es una práctica milenaria. Y todos sabemos que funciona, tu razonamiento no puede ser correcto».
Tranquilo, chicos, no permitáis que una discusión sobre la sopa enturbie una secular amistad como la vuestra. Seguro que los chicos de La web de Física nos sacarán de dudas.
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