Ayer por la mañana tuve el examen de teórica. No, no hagas trampa; no leas el final del artículo para saber la calificación. Léelo secuencialmente, como una buena película.
¿Sabéis como funciona un examen de teórica de coche? Yo no lo sabía, la verdad. El día anterior la secretaria de la autoescuela llama a tráfico para saber la hora del examen. Las once menos cuarto de la mañana. No está mal, podía haber sido muy pronto o muy tarde. El mismo día sube otra chica a hacer el examen de circulación, el práctico, pero ella lo tiene a primera hora; al profesor le da tiempo a ir a Mataró (donde está la zona de exámenes) y volver a por mi. Quedamos a las nueve y media; tiempo mucho más que suficiente. Tengo que asegurarme de llevar en documento de identidad y dos bolígrafos. Negros, me dice. No fui capaz de encontrar dos bolis de los que me gustan (los comúnmente llamados pilots) de color negro, así que me llevo uno de cada.
El trayecto en coche es ameno. Por lo que sé, es el mismo en que haré prácticas. Moderno y cómodo; demasiado bonito como para ponerme a los mandos y rallarlo. Naturalmente, ese día me senté en el asiento del copiloto, era cuestión de llegar vivo claro está. La verdad es que me asusté un poco al sentarme por el doble mando que tiene el asiento del copiloto; una copia de los tres pedales del coche. También tiene el famoso "chivato", un dispositivo que, cuando está activado, avisa cuando el profesor actúa sobre el doble mando para corregir un error del alumno. Se usa durante el exmaen práctico, claro. El profesor lo tenía activado, se lo había dejado después del examen matutino (por cierto, la chica aprovó; era su segunda vez, la primera vez quedó eliminada por meterse en un carril destinado a la circulación en sentido contrario). El profesor se dió cuenta de que tenía el chivato encendido en un semaforo, y se propuso enseñarme como funciona: "pisa el freno". Supongo que esta es la primera vez que utilizo el mando de un coche encendido, aunque fuera detenido en un semáforo. Sonó un fuerte pitido: ¡suspendido! Esta vez sólo era un simulacro; espero no volver a tener que oir ese pito nunca más.
Llegamos a la zona de exámenes cuarenta minutos antes de la hora indicada. Nota personal: yo antes vivía en Mataró, muy cerca de la zona de exámenes. He pasado muchas veces por allí, y he acompañado a familiares. El sitio está igual, lo cual no es muy positivo, claro, teniendo en cuenta la cantidad de años que hacía que no pasaba por ahí.
nada más llegar, el profesor entra a la oficina. Me comentó que había que abonar una cantidad, 17 euros al cambio aproximadamente, por el alquiler de la silla de examen. Observo que los alumnos de otras autoescuelas tienen que abonarlo ellos mismos. Afortunadamente, mi autoescuela lo considera incluido en las tarifas normales que pagamos los alumnos. Además, me comenta, muchas autoescuelas se ahorran pasta no haciendo clases de teórica; simplemente dan (venden) el libro, y ofrecen páginas para hacer tests de prueba. Claro, así una persona es capaz de memorizar las preguntas típicas y más o menos pasar un examen. Y si no lo pasan, mejor para la autoescuela; cada suspenso acarrea más gastos para el alumno. Quizá esa es la razón por la que los primeros ochos alumnos de mi autoescuela a subir han aprobado.
Al salir de la oficina, el profesor me entrega la hoja de examen. Es, simplemente, un trozo de papel impreso con mis datos y tres columnas de casillas. Enseguida entenderéis como funciona.
La espera se hizo larga, una hora. Llegamos pronto, pero empezamos tarde. Se abrieron la puerta del aula, y entramos todos los alumnos parsimoniosamente. El aula era grande, pero anticuada. Habían tres columnas de mesas dobles, pero nosotros ocupábamos sólo un asiento. Un examinador nos iba colocando por orden de llegada, empezando por el final del aula. A mi me tocó en la primera columna, segunda fila. Delante de todo, vamos. A mi siempre me ha gustado más ir al fondo, pero como no podía escoger, pues da igual. El asiento podía ser más cómodo, si su alquiler cuesta 17 euros por media hora.
Se hacía el examen para dos tipos de permiso de conducción diferente: el de moto (permiso A), y los de coche (permiso B). Primero entramos todos los de B; después los pocos de moto fueron llamados por nombre uno a uno. Los examinadores empezaron a repartir los enunciados del examen; había dos versiones, que se daban a alumnos alternos. Así, tanto los de delante como los de al lado tenían exámenes diferentes. Habría que copiar mirando en diagonal, pero las columnas de mesas están tan separadas que es imposible. Aún así, alguien lo intentó y fue cazado, pues al poco de empezar un alumno salió expulsado del aula, insultando. O quizá fue algún problema con el documento de identidad. No lo sé... nunca lo sabré.
Toca describir como funciona el examen. Pues es simple, lo primero: firmar en la hoja de examen, y dejar al alcance. Nos dan tres hojas de examen, en sendos portafolios plastificados. Cada portafolio correspondía a una de las tres columnas de casillas en mi hoja de examen. Antes que nada, escribir en el encabezado de cada columna el código de la hoja de enunciados correspondiente. Evidentemente, las diferentes hojas de examen son recicladas. Tendrán una gran cantidad de ellas, y para cada examen eligen las tres que conformarán el examen.
A partir de ahí, todo es muy mecánico. Leer la pregunta, mirar la fotografía, leer las respuestas, descartar dos, escribir una cruz en la casilla correspondiente en la hoja de examen. Por seguridad, volver a leerlo todo para asegurarse de que pone lo que has leído es lo que pone; un adverbio mal interpretado, una coma mal colocada, y todo cambia. Repetir. Treinta veces.
Acabé en menos de diez minutos. Respiro. Miro a mi alrededor, empiezan a irse bastantes. Miro el reloj, queda tiempo. ¿Hay prisa? No mucha. Vuelvo a leerlo todo, con cuidado, comprobando que estoy de acuerdo conmigo mismo. Lo estoy, treinta veces.
Sólo tengo dudas en una pregunta, pero pondría la mano en el fuego que mi respuesta es la correcta. ¿Hay algún riesgo especial en el adelantamiento de la foto? En la foto se ve un turismo adelantando a un camión de grandes dimensiones. "Sí, que las grandes dimensiones del camión impidan al conductor del turismo ver a peatones que están cruzando la calzada". Esta respuesta es plausible; miro la foto otra vez; es una carretera fuera de poblado. Los alrededores están desiertos. No es de esperar que un peatón cruce por ahí. "Sí, que el camión haga de pantalla y se generen diferentes ráfagas de viento"; esto es cierto, sin duda. "No, sólo los riesgos comunes a todos los adelantamientos". Estoy de acuerdo conmigo mismo, la respuesta correcta es la b.
Miro el reloj otra vez. Han pasado unos 17 minutos. ¿Hay prisa? Pues no, sigue sin haberla. Pero, ¿para qué leerlo otra vez? Da igual. Cogo la hoja de examen, las tres de enunciados, me aseguro de meter el DNI en mi cartera, y me levanto. El examen pasa a custodia del examinador, quien me da la espalda en vez de responder a mi "gracias, adiós".
A partir de ese momento, deshacemos el camino: coche, rotonda, autopista, nacional dos, riera del pueblo; autoescuela. Allí me quedo para dictar a la secretaria las preguntas de las que me acuerdo, para que puedan usarlas en futuras clases para futuros alumnos. La nota se puede consultar el día siguiente, a media mañana, por Internet Muy bien, hasta mañana.
Si me permitís un pequeño inciso, un poco de psicología de salón: el ser humano es idiota. Había leído el examen entero dos veces. Muchas de las preguntas las había leído dos veces antes de contestar por primera vez. Aún así, comencé a decirme a mi mismo "¿y si no leí bien esa respuesta? El significado podía cambiar, y...". 30 preguntas... cuatro fallos y a la calle. Se permiten tres.
Así pasó la noche... fundido a negro y letras blancas que rezan "a la mañana siguiente". Una legaña cae al teclado mientras accedo a la web de la dirección general de tráfico, pongo mis datos para consultar la nota y leo "no hay resultados". Me dijeron que saldría a eso de las once de la mañana... demasiado pronto, el reloj dice que son menos de las diez. A otra cosa mariposa.
Las once en punto, "no hay resultados". Las once y diez, la impacientada web me esputa "que sigue sin haber resultados, co...piiiii". En mi interior nace la certeza de que la CIA ha interceptado mi examen... o quizá ha sido Bin Laden. Pero que tonto, si son lo mismo. Debo reconocer que este fue el único momento de todo el proceso en que sentí nervios.
Voy a la cocina, a tomar algo. Vuelvo a subir a las once y veintitrés minutos. Introduzco el número de mi documento nacional de identidad, la fecha de examen, el tipo de carnet al que aspiro, y mi fecha de nacimiento. Esta vez la web me devuelve una tabla con datos personales. Sí, ese soy yo. Como en los buenos cuentos, no se sabe el resultado hasta que llegas al final. Si no has hecho trampa, aún no sabes el resultado. Yo la hice, lo primero que leí fue "Número de errores", y al lado el número que decidiría si era apto o no. Cuatro, o más, y a la calle. Tres, o menos, y la estadística de la autoescuela sigue al 100%. El número que había era el único que no se puede escribir con cifras romanas.
Mañana, sábado, a las diez y media de la mañana, primera práctica. Cogeré los mandos de un coche por primera vez. Esta vez, sin la protección de una luz roja.
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¿No me lo pueden decir en números romanos?
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a ampliar estudios a la US.
Los que optan por cursar estudios de algunas materias
( llamadas antes "de letras" y ahora humanistas, no sé cual de las dos formas es más perniciosa ) reciben sus clases en el antiguo edificio de La Fábrica de Tabacos,
donde algunas aulas se identifican con números romanos.
Nada más leer el título del apunte en el blog
"¿No me lo pueden decir en números romanos?"
y este comentario
Un coordinador indicó a sus alumnos que tendrían
que ir al aula V para asistir a sus clases y a la salida comentaba un chico norteamericano
que las clases se impartirían en el "room iu" en castellano, el "aula uve".
Felicitaciones por el éxito.
Me pareció curioso lo de los lapiceros, yo también uso de los que mencionas.
Saludo