Esta mañana he tenido mi primera práctica. No se muy bien como calificarla. "Interesante", creo que es una buena forma de empezar. Bueno, en realidad, la mejor forma de empezar es por el principio.
Un sábado, a media mañana. La calle principal de mi pueblo está inundada de paradetas y gente en busca del saldo bueno, bonito y barato. El mercadillo de cada fin de semana, pero hoy veía todas estas personas de una forma diferente; ahora parecían un montón de blancos móviles que esquivar dispuestos a poner a prueba mi pericia.
Llegué a la autoescuela. Había el otro profesor, al que aún no había visto nunca. Parecía simpático, buena gente; aunque poco me importaba ya que la aguja del reloj se aproximaba a la marca que indicaban el momento en que mi profesor aparecería por la puerta. La manecilla fue algo más puntual que Juanet, pero al final llegó dispuesto a arrancarme de la seguridad de la acera.
Un pequeño paseo hasta el coche, amenizado por un discurso que parecía mejorado y limado a través de unos cuantos años de experiencia desvirgando noveles. "Espero de ti que seas disciplinado e intentes hacerme caso..." ¡Señor, sí señor!... es decir, !lo intentaré señor!
Llegamos al coche. Amago intentar entrar por la puerta de la derecha, pero rápidamente me desvían hacia la izquierda... delantera. En ese momento habría dado lo que fuera por entrar pro otra puerta... ¡por el maletero, señor! Lo cierto es que sin comerlo ni beberlo me encontraba delante de la rueda de hámster y varias palancas, acondicionadas para ser accionadas con los pies. Ahhhh, sí, los recuerdo. Pedales. Uno para tirar adelante; obviamente este es el más importante. Otro para dejar de tirar adelante, útil para llegar al final. Y otro para desembragar... parecía irrelevante, ¿quien quiere desembragar? Yo no, desde luego, soy todo un señor.
Volvamos al asiento del... conductor. Lo que prosiguió fue algo desalentador: una presentación de los mandos del vehículo. Resulta que a parte de los que ya había advertido había muchos más. Luces abajo a la izquierda, hay que hacer dos clicks; útiles para ver en la oscuridad. Intermitentes, para dar a conocer mis intenciones... ¡ojala los hubieran llevado mis alumnos cuando me tocaba hacer clases de semestre cero!. Lavaparabrisas, limpia parabrisas... ¿pero es que piensa llover? ¡todo está en mi contra! Ventilación y aire acondicionado, ponlo al máximo por favor. Freno de mano, para dejar el coche quietecito (vamos a dejarlo puesto un rato más, por favor).
Para acabar la palanca de cambio. Mi mano fué dirigida a las ocho posiciones posibles. Punto muerto. Vale, para desenganchar las ruedas y el motor (¿el embrague no hacía lo mismo? me repugna la redundancia). Marcha atrás, para retroceder. Primera marcha... déjame adivinar: ¡para avanzar! Segunda marcha... también para avanzar, más redundancia. Y así hasta la sexta marcha. "La sexta es para ir rápido por autopista"... ¿qué tal si la dejamos en la autoescuela por ahora? El coche de mi hermana va lo bastante rápido con sólo cinco... ¿Qué tal si dejamos también la quinta?
Un nuevo salto al vacío, la llave se inserta en su ranura y gira encendiendo el motor. "Ahora vamos a un polígono en el pueblo de al lado. Yo llevo los pedales y tú el volante, ¿vale?". ¿El volante? Buah, si eso es lo de menos. Los autos de choque también tienen. Además, el camino es en línea recta, me basta con dejar la ruedecita quietecita.
Si, soy un iluso. Lo que como pasajero veía recto como el final del intestino grueso, ahora era intrincado y laberíntico como el delgado. ¡Puedes ver el recorrido exacto de este primer trayecto en google maps! A los pocos metros ya vi que no es tan sencillo como parece. Lo que me pareció más impresionante es la habilidad del profesor para, con un golpecito en el volante, redirigir el vehículo evitando la fatídica muerte de un hito kilométrico.
Aunque las correcciones parecían ser más frecuentes de lo deseable, el profesor aserveró que no llevaba el volante demasiado mal. En fin. Un pequeño receso, en que bajamos del coche y miramos el interior del capó. Sí, había un motor. Con varias partes, cada cual con su nombre. Recuerdo que durante la preparación del examen teórico me las aprendí someramente. No está mal saber que todo eso existe realmente. No es que lo haya dudado, pero bueno. Por eso se llaman prácticas.
Después, vuelta a los mandos. Explicación detallada de lo que se espera de cada pedal. Resulta que si es necesario desembragar, de vez en cuando. Y no de cualquier manera, sino de golpe. "Tienes que dar una patada", me dice. A ver, probemos. Con el freno de mano puesto, patada y primera. ¡Genial! Creo que poner marchas estando parado ya lo domino.
Lo siguiente ya no fue tan fácil. Suelta poco a poco el embrague y ve acelerando. Hasta ese momento, mi mayor referente eran las películas y series americanas; el coche fantástico, por ejemplo. Siempre ponen un primer plano del pedal hundiéndose hasta el fondo, ¿verdad? Pues eso es lo que hice. La aguja del cuenta revoluciones pegó un salto impresionante. El coche no se movió, eso sí... ¿por qué no enfocarán el embrague de KITT? Como iba a recordar yo que se tenía que soltar. A ver, repasemos, soltar un poco de embrague, hasta que "cambie el ruido" (que profesional) y darle menos al acelerador... Embrague, ruido, acelerador. ¡Allá voy! Sí, el coche tira p'alante. De momento va bien. No sé si lo podría hacer de nuevo, pero ahora estamos avanzando. Genial, si no tenemos que pararnos nunca más, todo está controlado.
Pero, claro, al profesor se le encaprichó que aprendiera a parar también el primer día. "Ahora frena". Bien, eso también tiene sus planos en las películas. Basta con pisar el pedal de el medio... así que mi pie se desplazó un poco a la izquierda, y pisó el pedal. Surgió efecto, y pude comprobar que el cinturón de seguridad cumplía su cometido con celeridad. "Si frenas así, nos van a dar por detrás y vas a estar todas las prácticas haciendo partes... ¡y sólo llevo uno!".
Vale, primera lección aprendida: los pedales son sorprendentemente sensibles. Es cuestión de acariciarlos, simplemente. Entonces, ¿por qué en las películas los pisotones son tan exagerados? Sí, ya, hay que crear un efecto dramático... pero para drama el que se hubiera producido si mi profesor no se llega a poner cinturón (que no está obligado, cuando va en función de enseñanza, dentro de ciudad).
En fin... aclaración de concpetos. Dejar embrague hasta que cambie el ruido. Luego empezar a acelerar suavemente, y poco a poco soltar el resto del embrague. Embrague, ruido, acelerador, más embrague. Frenar suavemente, embrague de nuevo. Repetir. Entendido. Vamos a ponerlo en práctica, ¡suavemente!
Y tan suave que fui, el coche se aburrió y tuvo a bien detener el movimiento circular del motor. Mi primera calada. De las muchas que se avecinan, al parecer. En fin, "es cuestión de que le cojas el punto"... algo que ya había oido otras veces a lo largo de mi vida.
Los siguientes minutos trascurrieron con diversas repeticiones, hasta que aparentemente era capaz de poner el marcha el endemoniado bicho mecánico. Cuando creía tener confianza, el profesor dió el siguiente paso: "ahora cuando te diga patada y segunda, pisas el embrague y cambias a segunda marcha". Dicho y hecho. El problema fue que también había que dejar el embrague. Estabamos en un tramo cuesta abajo, por lo que el coche seguía su marcha. "¿Pero aún llevas el embrague pisado?" En fin... En mi favor, diré que ya había soltado prácticamente todo, sólo mantenía el pie reposando sobre el pedal. Vale, no es un gran alegato, pero no deja de ser verdad.
Otro ejercicio me pareció interesante. En un tramo de cierta pendiente ascendiente, me pidió que, únicamente apretando y soltando suavemente el embrague, fuera capaz de hacer que el coche se moviera poco a poco hacia adelante... luego aprentando un poco más, el coche debía caer hacia atrás... y finalmente, buscar el punto justo para que el coche se quede quieto. Me salió bastante bien y sencillo, la verdad. Pero es que me imaginaba el funcionamiento físico del embrague...
Voy a explicarlo someramente, más que nada por que haya algo de física ya que estamos en esta web. El embrague consiste, recurriendo de nuevo a las explicaciones del aún inigualable Josep Camós, básicamente en dos discos opuestos. Uno de ellos está en eterno movimiento circular debido al motor, al cual está unido rígidamente. El otro está unido rígidamente a la caja de cambios, y esta a las ruedas.
Cuando el embrague está apretando a fondo, ambos platitos están separados; al ir soltando el pedal, se van juntando por virtud de un muelle. Al entrar en contacto, aparece una fuerza de fricción entre ambos. Esta fuerza es la encargada de poner en movimiento el segundo disco, y por ende de hacer arrancar al coche entero. Pues bien, esta fuerza de fricción es dinámica, ya que ambas superfícies están en movimiento relativo. Como sabemos, la fuerza de fircción dinámica es igual a cierto coeficiente multiplicado por la fuerza de contacto entre ambas superficies. Cuanto mayor sea la fuerza de contacto entre discos, mayor será la fuerza de rozamiento; y por lo tanto mayor será la fuerza que se transmitirá a las ruedas.
Al aflojar y apretar el embrague suavemente, lo que controlaba era la feurza de tracción transmitida a las ruedas. De esta forma, aumentando la fuerza por encima de la componente del peso perpendicular a la carretera, el coche puede avanzar. Si la reduzco por debajo, el coche caía hacia atrás. Y en el punto exacto, ambas fuerzas quedan compensadas y el coche, quieto.
Entonces, la pregunta lógica es... ¿por qué no debo soltar todo el embrague de golpe para arrancar? Si haciendolo se transmitiría más fuerza, ¿no sería mejor para salir? El problema es la enorme inercia del coche, que según la primera ley de Newton hace que el coche tienda a seguir parado cuando está parado. Si soltara el embrage de golpe, el eje del motor quedaría rígidamente unido a las ruedas de forma prácticamente instantánea. La inercia de las ruedas (por eso de estar enganchadas a un coche de una tonelada) es muy grande; en cambio la inercia del motor es muy pequeña (sinó, desperdiciaría mucha gasolína solo para ponerse en funcionamiento). En esta lucha de inercias, ganaría el estado estacionario del coche, haciendo que el motor se pare. Una calada. En cambio, si soltamos el embrague poco a poco, a medida que llegamos al punto de fricción entre ambos platos del embrague, la unión no es rígida y la inercia del coche se va venciendo gradualmente, permitiendo que, por el momento, el eje del motor siga girando más rápido que el eje de la caja de cambios. Cuando avanzamos lo suficientemente rápido, podemos soltar el embrague del todo; la velocidad de las ruedas ya es lo suficientemente grande como para mantener el movimiento del motor.
Y con estas divagaciones físicas en mi mente, la primera práctica llegó a su fin. Aún nos dió tiempo a realizar el primer intento de estacionamiento en batería; aunque fue totalmente dirigida por el profesor, así que no tuvo ningún mérito. Para acabar, simplemente deshicimos el camino hecho al principio. Vuelta a casa, sano y salvo.
A partir de hoy, mi objetivo es que al profesor le sigua quedando un sólo parte.
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