¡Hola amigos!
Antes que nada, decir que acabo de enviar a la Hada del Bosque vuestras respuestas, y se ha mostrado más que satisfecha con ellas. De hecho, ha comentado que debería haber pensado en el valor finito de la presión atmosférica.
Esta semana, y como sabéis no es nada habitual, vuelvo a estar sóla en casa. Esta vez, sin embargo, no es debido a un contratiempo como hace quince días. Simplemente, estoy atareada preparando la fiesta... no, fiestaza de fin de año.
Y es que si una ya es mitológica de por si, mis fiestas lo son aún más. Supongo que es algo que tengo que hacer para compensar la época en que me dio por estrangular a todos los que no daban con la respuesta a mis acertijos al oeste de Tebas. Pero no os preocupéis, estoy más que rehabilitada.
Bueno, volviendo al tema... Os tengo que confesar que se me hace un poquito duro estar tanto tiempo sola, no estoy muy acostumbrada. Ahora es cuando empiezo a notar que Guiza está realmente en un desierto.
Pero en el fondo, tampoco es tan malo tener tiempo para una misma, y poder hacer largos paseos al amanecer, cuando el sol aun no apreta en demasía. Y, al tener alas, cuando digo que los paseos son largos, me refiero a que realmente son largos. Sin ir más lejos, hoy he estado revoloteando cerca del delta del Nilo, mojando mis pezuñas con las aguas del Mediterráneo.
La verdad que el paseo era de lo más reconfortante, hasta que encontré con un señor descamisado que se estaba autopropinando latigazos. Al acercarme, se presentó bajo el nombre de Arturo, y me explicó que el motivo de su flagelación era castigarse por haber caído en la locura.
«Al final, mi Hermana Morgana ha conseguido desquiziarme», explicó. «Yo era rey, ¿sabes? Rey de unas prósperas islas muy al norte de aquí. ¿Veis el horizonte, amable Esfinge?», dijo levantando su dedo índice en dirección al mar, con la mirada perdida en el infinito. «Pues, incluso a sabiendas que es una hazaña imposible, no puedo evitar la visión de un barco volador flotando, allá a lo lejos. No cabe duda, esto es obra de la Fata Morgana, ya no tengo salvación».
Nada temáis, mi señor Arturo. Nada mejor que una buena explicación Física razonable para recuperar el raciocinio, ¿verdad? Seguro que mis amigos de La web de Física podrán ayudarnos a solucionar este entuerto.
Antes que nada, decir que acabo de enviar a la Hada del Bosque vuestras respuestas, y se ha mostrado más que satisfecha con ellas. De hecho, ha comentado que debería haber pensado en el valor finito de la presión atmosférica.
Esta semana, y como sabéis no es nada habitual, vuelvo a estar sóla en casa. Esta vez, sin embargo, no es debido a un contratiempo como hace quince días. Simplemente, estoy atareada preparando la fiesta... no, fiestaza de fin de año.
Y es que si una ya es mitológica de por si, mis fiestas lo son aún más. Supongo que es algo que tengo que hacer para compensar la época en que me dio por estrangular a todos los que no daban con la respuesta a mis acertijos al oeste de Tebas. Pero no os preocupéis, estoy más que rehabilitada.
Bueno, volviendo al tema... Os tengo que confesar que se me hace un poquito duro estar tanto tiempo sola, no estoy muy acostumbrada. Ahora es cuando empiezo a notar que Guiza está realmente en un desierto.
Pero en el fondo, tampoco es tan malo tener tiempo para una misma, y poder hacer largos paseos al amanecer, cuando el sol aun no apreta en demasía. Y, al tener alas, cuando digo que los paseos son largos, me refiero a que realmente son largos. Sin ir más lejos, hoy he estado revoloteando cerca del delta del Nilo, mojando mis pezuñas con las aguas del Mediterráneo.
La verdad que el paseo era de lo más reconfortante, hasta que encontré con un señor descamisado que se estaba autopropinando latigazos. Al acercarme, se presentó bajo el nombre de Arturo, y me explicó que el motivo de su flagelación era castigarse por haber caído en la locura.
«Al final, mi Hermana Morgana ha conseguido desquiziarme», explicó. «Yo era rey, ¿sabes? Rey de unas prósperas islas muy al norte de aquí. ¿Veis el horizonte, amable Esfinge?», dijo levantando su dedo índice en dirección al mar, con la mirada perdida en el infinito. «Pues, incluso a sabiendas que es una hazaña imposible, no puedo evitar la visión de un barco volador flotando, allá a lo lejos. No cabe duda, esto es obra de la Fata Morgana, ya no tengo salvación».
Nada temáis, mi señor Arturo. Nada mejor que una buena explicación Física razonable para recuperar el raciocinio, ¿verdad? Seguro que mis amigos de La web de Física podrán ayudarnos a solucionar este entuerto.
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