¡Konichiwa!
Chicos, que desastre lo de Japón, ¿verdad? Llevo una semana sin poder dormir, de hecho tan pronto como me enteré fui volando (literalmente, que para algo me sirven las alas) para ver si podía ayudar.
Por suerte, Japón va sobrado de amigos con ganas de ayudar. Mientras intentaba ayudar al rescate de supervivientes en las ruinas que ha dejado la ola gigante, se unieron dos voluntarios de excepción: Godzilla y Gamera.
Yo ya los conocía desde hacía tiempo, podemos decir siempre han sido mi comité de bienvenida al país del sol naciente. Aunque hubiera preferido reencontrarlos en mejores circunstancias, la verdad es que me hacía ilusión comprobar que están bien.
Por desgracia, hemos tenido poco tiempo para charlar. Tan sólo un poco en la pausa para comer, que obviamente procuramos hacer lo más corta posible, siempre puede haber alguien a que le vaya la vida en esos pocos minutos.
En una de estas pausas Gamera me estuvo contando algo muy interesante. Me comentó que antes del terrible terremoto se encontraba ayudando a despertarse algunos de sus congéneres más pequeños, que con la proximidad de la primavera ven la oportunidad de salir de la hibernación. En particular, me introgó el caso de una pequeña tortuguita que tuvo la mala fortuna de despertarse antes de lo previsto.
Se ve que el animalito pensó que ya había pasado el duro invierno, e intentó salir de su refugio subterráneo. Como era de esperar, el pobre reptil acabó pillando una pulmonía y volviéndose a enterrar con el rabo dentro del del caparazón. Según le explico a Gamera, pensaba que había terminado la estación invernal ya que, enterrada a dos metros bajo tierra (sí, se ha esmerado mucho este año en ocultarse) la temperatura no cambia a penas a lo largo de todo el año.
Gamera se rió al recordarlo: pues claro que la temperatura no varía demasiado bajo tierra, si no fuera por eso no nos enterraríamos para refugiarnos de los rigores del invierno. La verdad que un instante de distensión rodeados de las consecuencias de un maremoto nos subieron los ánimos a todos. Cuando termine todo esto, la tortuga gigante tiene intención de ponerse a estudiar termodinámica, y la ecuación de difusión del calor, para poderse explicar a su resfriada amiga los razonamientos Físicos que hay tras este fenómeno.
Chicos, que desastre lo de Japón, ¿verdad? Llevo una semana sin poder dormir, de hecho tan pronto como me enteré fui volando (literalmente, que para algo me sirven las alas) para ver si podía ayudar.
Por suerte, Japón va sobrado de amigos con ganas de ayudar. Mientras intentaba ayudar al rescate de supervivientes en las ruinas que ha dejado la ola gigante, se unieron dos voluntarios de excepción: Godzilla y Gamera.
Yo ya los conocía desde hacía tiempo, podemos decir siempre han sido mi comité de bienvenida al país del sol naciente. Aunque hubiera preferido reencontrarlos en mejores circunstancias, la verdad es que me hacía ilusión comprobar que están bien.
Por desgracia, hemos tenido poco tiempo para charlar. Tan sólo un poco en la pausa para comer, que obviamente procuramos hacer lo más corta posible, siempre puede haber alguien a que le vaya la vida en esos pocos minutos.
En una de estas pausas Gamera me estuvo contando algo muy interesante. Me comentó que antes del terrible terremoto se encontraba ayudando a despertarse algunos de sus congéneres más pequeños, que con la proximidad de la primavera ven la oportunidad de salir de la hibernación. En particular, me introgó el caso de una pequeña tortuguita que tuvo la mala fortuna de despertarse antes de lo previsto.
Se ve que el animalito pensó que ya había pasado el duro invierno, e intentó salir de su refugio subterráneo. Como era de esperar, el pobre reptil acabó pillando una pulmonía y volviéndose a enterrar con el rabo dentro del del caparazón. Según le explico a Gamera, pensaba que había terminado la estación invernal ya que, enterrada a dos metros bajo tierra (sí, se ha esmerado mucho este año en ocultarse) la temperatura no cambia a penas a lo largo de todo el año.
Gamera se rió al recordarlo: pues claro que la temperatura no varía demasiado bajo tierra, si no fuera por eso no nos enterraríamos para refugiarnos de los rigores del invierno. La verdad que un instante de distensión rodeados de las consecuencias de un maremoto nos subieron los ánimos a todos. Cuando termine todo esto, la tortuga gigante tiene intención de ponerse a estudiar termodinámica, y la ecuación de difusión del calor, para poderse explicar a su resfriada amiga los razonamientos Físicos que hay tras este fenómeno.
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