¡Hola a todos!
Ya estoy aquí... perdonad si me retrasé, pero resulta que, una vez más, llego directamente desde el aeropuerto regresando de un viaje. Esta vez, he estado en las tierras del sol naciente, visitando a Sun Wukong, el Rey Mono.
"En China me recuerdan más que aquí", me comentaba el héroe simio; "pero los nipones me hicieron uno de los homenajes que más me han emocionado". De hecho, los relatos de su vida, sobre todo el Viaje al Oeste, son conocidos en toda Ásia. Ese fue el motivo que me llevó a conocerlo, hace ya más años de los que la coquetería de una esfinge me pemitirá confesar.
Uno de los últimos días del viaje Wukong, su amigo porcino Zhu Bajie y yo estabamos viajando en el Shinkansen. Lovía a cantaros, y los tres estavamos ensinismados viendo las casas y árboles cercanos moverse a una velocidad de más de 300km/h, con la abundante lluvia motjando el techo de nuestro tren bala.
Al apearnos en la estación, cubierta, el porquito (como Sun lo llama, cariñosamente, espero) se dió cuenta que el cristal del parabrisas de la máquina trasera estába prácticamente seco. Nos hizo recorrer toda la longitud del tren, para comprobar el parabrisas de la máquina delantera. Este sí estaba mojado. Y mucho; más que el resto de cristales del tren. Les estrañó a ambos, puesto que observaron que la lluvia caía de forma vertical, no oblicua, por lo que esperaban que ambos cristales estuvieran mojados por igual.
Por lo visto, el hecho de ser personajes de fábulas mitológicas no les garantiza los conocimientos de física necesarios para entender la razón de este fenómeno; y mucho menos la relación que tiene que haber entre las velocidades de la lluvia, del tren y el ángulo de inclinación del cristal parabrisas. Les prometí que, una vez más, vosotros en La web de Física, podáis sacar a mis buenos amigos de estas dudas.
Ya estoy aquí... perdonad si me retrasé, pero resulta que, una vez más, llego directamente desde el aeropuerto regresando de un viaje. Esta vez, he estado en las tierras del sol naciente, visitando a Sun Wukong, el Rey Mono.
"En China me recuerdan más que aquí", me comentaba el héroe simio; "pero los nipones me hicieron uno de los homenajes que más me han emocionado". De hecho, los relatos de su vida, sobre todo el Viaje al Oeste, son conocidos en toda Ásia. Ese fue el motivo que me llevó a conocerlo, hace ya más años de los que la coquetería de una esfinge me pemitirá confesar.
Uno de los últimos días del viaje Wukong, su amigo porcino Zhu Bajie y yo estabamos viajando en el Shinkansen. Lovía a cantaros, y los tres estavamos ensinismados viendo las casas y árboles cercanos moverse a una velocidad de más de 300km/h, con la abundante lluvia motjando el techo de nuestro tren bala.
Al apearnos en la estación, cubierta, el porquito (como Sun lo llama, cariñosamente, espero) se dió cuenta que el cristal del parabrisas de la máquina trasera estába prácticamente seco. Nos hizo recorrer toda la longitud del tren, para comprobar el parabrisas de la máquina delantera. Este sí estaba mojado. Y mucho; más que el resto de cristales del tren. Les estrañó a ambos, puesto que observaron que la lluvia caía de forma vertical, no oblicua, por lo que esperaban que ambos cristales estuvieran mojados por igual.
Por lo visto, el hecho de ser personajes de fábulas mitológicas no les garantiza los conocimientos de física necesarios para entender la razón de este fenómeno; y mucho menos la relación que tiene que haber entre las velocidades de la lluvia, del tren y el ángulo de inclinación del cristal parabrisas. Les prometí que, una vez más, vosotros en La web de Física, podáis sacar a mis buenos amigos de estas dudas.
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