Lo hemos visto en muchas pelis de Hollywood. Un tipo le entrega a otro un bonito maletín con resaltes plateados. El segundo tipo abre el maletín, mira y manosea bajo la tapa, y, por lo que se lee en su cara, se diría que no acaba de gustarle del todo ni lo que ve ni lo que toca allí dentro. De modo que saca un arma de fuego de no se sabe dónde y, sin más averiguaciones, ¡pum, pum!, coloca dos certeros disparos en la sesera del primer tipo, que en consecuencia ya nunca volverá a transportar ningún otro bonito maletín ni cosa que se le parezca. Es lo que comúnmente se llama un “ajuste de cuentas”.
A fin de ajustar cuentas, y para realizar la propia operación de contar, las gentes de paz hacemos uso de unos entes inofensivos, simbólicos y que no hacen ¡pum, pum!. Se llaman números, organizados normalmente en el sistema decimal de numeración. El cual sistema se llama así porque consta de solo diez cifras árabes (con perdón) o dígitos y se estructura sobre la base del número diez. Son estos:
0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Bien es verdad que con este precario material simbólico solo podemos enumerar hasta nueve objetos; o bien, con el 0, indicar la ausencia de objetos. Además, únicamente podremos hacer operaciones de sumar y multiplicar si el correspondiente resultado es igual o inferior a 9. Así, estaremos en disposición de averiguar y escribir que 3 + 6 = 9 y que 2*4 = 8, pero, aun sabiendo que 3*4 son doce, no sabremos cómo figurar el número ‘doce’.
Quiere decirse entonces que, en la vida práctica, a la hora de ajustar cuentas o de que nos las ajusten a nosotros (aunque, ya digo, sin que sea imprescindible ningún ¡pum, pum! ni efusión de sangre la mayor parte de las veces), requeriremos unos símbolos adicionales y distintos a los ut supra relacionados. Tras pensárnoslo un poco, llegaremos a la conclusión de que el potencial simbólico de esos signos no se agota en su singularidad, que puede ir mucho más allá del 9, y nuestra ocurrencia consistirá en volver a utilizarlos agrupándolos en conjuntos de dos, de tres y así sucesivamente.
Con este astuto truco formaremos grupos con dos cifras y luego con tres o más cifras, de la manera siguiente:
10, 11, 12, …, 19// 20, 21, 22, …, 29//…//90, 91, 92, …, 99
100, 101, …, 199//200, 201, …, 299// … //900, 901, …, 999
1000, … 1999//…//9000, …, 9999//, &c.
Este sistema numérico se llama posicional debido a que el valor de cada dígito en él integrado depende del lugar que ocupe tal dígito en el número completo. Así, verbi gratia, en el número 155, el primero de los dos 5 tiene un valor diez veces superior al del segundo 5, como es fácil colegir.
Pero ya seguiremos con esto otro día. Que, como decía Gracián, “lo bueno, si breve...”
A fin de ajustar cuentas, y para realizar la propia operación de contar, las gentes de paz hacemos uso de unos entes inofensivos, simbólicos y que no hacen ¡pum, pum!. Se llaman números, organizados normalmente en el sistema decimal de numeración. El cual sistema se llama así porque consta de solo diez cifras árabes (con perdón) o dígitos y se estructura sobre la base del número diez. Son estos:
0, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Bien es verdad que con este precario material simbólico solo podemos enumerar hasta nueve objetos; o bien, con el 0, indicar la ausencia de objetos. Además, únicamente podremos hacer operaciones de sumar y multiplicar si el correspondiente resultado es igual o inferior a 9. Así, estaremos en disposición de averiguar y escribir que 3 + 6 = 9 y que 2*4 = 8, pero, aun sabiendo que 3*4 son doce, no sabremos cómo figurar el número ‘doce’.
Quiere decirse entonces que, en la vida práctica, a la hora de ajustar cuentas o de que nos las ajusten a nosotros (aunque, ya digo, sin que sea imprescindible ningún ¡pum, pum! ni efusión de sangre la mayor parte de las veces), requeriremos unos símbolos adicionales y distintos a los ut supra relacionados. Tras pensárnoslo un poco, llegaremos a la conclusión de que el potencial simbólico de esos signos no se agota en su singularidad, que puede ir mucho más allá del 9, y nuestra ocurrencia consistirá en volver a utilizarlos agrupándolos en conjuntos de dos, de tres y así sucesivamente.
Con este astuto truco formaremos grupos con dos cifras y luego con tres o más cifras, de la manera siguiente:
10, 11, 12, …, 19// 20, 21, 22, …, 29//…//90, 91, 92, …, 99
100, 101, …, 199//200, 201, …, 299// … //900, 901, …, 999
1000, … 1999//…//9000, …, 9999//, &c.
Este sistema numérico se llama posicional debido a que el valor de cada dígito en él integrado depende del lugar que ocupe tal dígito en el número completo. Así, verbi gratia, en el número 155, el primero de los dos 5 tiene un valor diez veces superior al del segundo 5, como es fácil colegir.
Pero ya seguiremos con esto otro día. Que, como decía Gracián, “lo bueno, si breve...”
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