Re: Creer en dioses
Sobre la idea de los “muchos mundos” de Hugh Everett y en general de las teorías de múltiples universos, pienso que proporcionan una explicación al tema del ajuste fino (fine-tuning) que se observa en el universo. En otro caso, con un solo universo, cuesta admitir que todas esas constantes universales y leyes se hayan formado por accidente y ya desde los primeros momentos. Otra alternativa es la de introducir la figura de Dios, que también ha aparecido por aquí. Sobre este particular quería comentar un par de cosas.
Hoy día, desde hace relativamente pocos años, ya hay teólogos y filósofos que han llegado a la conclusión (todavía no compartida unánimemente) de que la existencia de Dios no es un tema demostrable, ni lógicamente ni fácticamente. Sencillamente no se puede probar. Dios no es un enunciado o una hipótesis que puede ser demostrada por reglas lógicas, ni tampoco es una realidad empírica que puede ser sometida a la contrastación experimental.
Han sido necesarios muchos siglos para llegar a esta conclusión, y todavía hay mucha resistencia a aceptarla, pero se va imponiendo poco a poco. Para decidir creer en Dios o no, no esperemos, pues, a que alguien, algún día, afirme que ha conseguido probar que Dios existe o, al contrario, que no existe. Esto no se producirá nunca. Y es que la razón (una de nuestras mejores facultades) tiene sus limitaciones, tal y como han reconocido los sabios de todas las épocas. Por suerte, el ser humano es más que un ser racional: es capaz de tener inspiraciones, momentos de conciencia cósmica, de unidad trascendente, eso sin contar con el testimonio de la Revelación (este tema -el más importante- lo podemos dejar, de momento). Estas experiencias personales, por supuesto no son demostrables, ya que son subjetivas pero reales, y nos sugieren que hay algo más que aquello que podemos medir y ver. Algo que trasciende nuestra razón y nuestros sentidos, y por tanto algo que siempre estará fuera del alcance de la ciencia. Para muchos, esto es Dios, en su forma más simple. Para otros, es el principio para una comprensión más profunda de Dios.
En este hilo, alguien ha dicho que es razonable conceder una pequeña probabilidad de que exista Dios (también a una tetera entre Marte y la Tierra), pero que no se puede creer que exista ciertamente. Creo que ahí está la cuestión esencial. No es preciso que haya seguridad, ni certeza (nunca la habrá en esta cuestión). Con sólo conceder una mínima probabilidad es suficiente. Si Dios existe, a diferencia de la tetera de Russell, esto no es neutro, no es insignificante, tiene enormes consecuencias para la vida de cada persona. Dios tampoco es análogo al dragón invisible de Sagan, puesto que para quienes creen en Él se hace presente en sus vidas, pero no de forma material.
Por fortuna, en el moderno diálogo entre religión y ciencia, de creciente difusión en los principales centros educativos del mundo, pero todavía escasamente implantado en nuestro país, se están dando importantes avances en la cuestión de Dios, superando antiguos prejuicios, abandonando ideas obsoletas y aportando nuevas interpretaciones.
Sobre la idea de los “muchos mundos” de Hugh Everett y en general de las teorías de múltiples universos, pienso que proporcionan una explicación al tema del ajuste fino (fine-tuning) que se observa en el universo. En otro caso, con un solo universo, cuesta admitir que todas esas constantes universales y leyes se hayan formado por accidente y ya desde los primeros momentos. Otra alternativa es la de introducir la figura de Dios, que también ha aparecido por aquí. Sobre este particular quería comentar un par de cosas.
Hoy día, desde hace relativamente pocos años, ya hay teólogos y filósofos que han llegado a la conclusión (todavía no compartida unánimemente) de que la existencia de Dios no es un tema demostrable, ni lógicamente ni fácticamente. Sencillamente no se puede probar. Dios no es un enunciado o una hipótesis que puede ser demostrada por reglas lógicas, ni tampoco es una realidad empírica que puede ser sometida a la contrastación experimental.
Han sido necesarios muchos siglos para llegar a esta conclusión, y todavía hay mucha resistencia a aceptarla, pero se va imponiendo poco a poco. Para decidir creer en Dios o no, no esperemos, pues, a que alguien, algún día, afirme que ha conseguido probar que Dios existe o, al contrario, que no existe. Esto no se producirá nunca. Y es que la razón (una de nuestras mejores facultades) tiene sus limitaciones, tal y como han reconocido los sabios de todas las épocas. Por suerte, el ser humano es más que un ser racional: es capaz de tener inspiraciones, momentos de conciencia cósmica, de unidad trascendente, eso sin contar con el testimonio de la Revelación (este tema -el más importante- lo podemos dejar, de momento). Estas experiencias personales, por supuesto no son demostrables, ya que son subjetivas pero reales, y nos sugieren que hay algo más que aquello que podemos medir y ver. Algo que trasciende nuestra razón y nuestros sentidos, y por tanto algo que siempre estará fuera del alcance de la ciencia. Para muchos, esto es Dios, en su forma más simple. Para otros, es el principio para una comprensión más profunda de Dios.
En este hilo, alguien ha dicho que es razonable conceder una pequeña probabilidad de que exista Dios (también a una tetera entre Marte y la Tierra), pero que no se puede creer que exista ciertamente. Creo que ahí está la cuestión esencial. No es preciso que haya seguridad, ni certeza (nunca la habrá en esta cuestión). Con sólo conceder una mínima probabilidad es suficiente. Si Dios existe, a diferencia de la tetera de Russell, esto no es neutro, no es insignificante, tiene enormes consecuencias para la vida de cada persona. Dios tampoco es análogo al dragón invisible de Sagan, puesto que para quienes creen en Él se hace presente en sus vidas, pero no de forma material.
Por fortuna, en el moderno diálogo entre religión y ciencia, de creciente difusión en los principales centros educativos del mundo, pero todavía escasamente implantado en nuestro país, se están dando importantes avances en la cuestión de Dios, superando antiguos prejuicios, abandonando ideas obsoletas y aportando nuevas interpretaciones.
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