¡Hola amigos!
Como siempre, quiero empezar dando las gracias a todos los que intentasteis responder a Daguerre la quincena pasada. Su permiso en este mundo ya ha expirado, pero le he podido mandar vuestras respuestas. Al leerlas, se ha mostrado de lo más contrariado consigo mismo, no se explica como pudo olvidar algo tan básico. En cualquier caso, él también os envía las gracias y un cálido abrazo.
Esta semana me encuentro en él Tártaro, donde visito un antiguo conocido, que sigue cumpliendo condena en lo que hace siglos se consideraba un infierno terrenal. Se trata de Tántalo, uno de los mayores glotones de la historia. Con él inmenso honor de ser prácticamente él único mortal invitado a una comilona en el Olimpo, quiso devolverles el favor.
La parte escabrosa viene ahora: incapaz de saciar el apetito divino, pero sobre todo el suyo propio, sirvió un plato muy especial: su propio hijo desmenuzado. Qué horror, ¿verdad?
Bueno, eso fue hace mucho, y yo misma sé más que nadie lo que es tener un pasado tumultuoso, así que decidí hacerle una visita aquí en su eterna prisión. El hombre no ha cambiado, sigue siendo un destacado ejemplo de gula desmesurada. Pero ahora, en vez de ambrosía e hijos (que bastante tardó en conseguir que le perdonara, una vez los dioses lo hubieron recompuesto), ha puesto su mirada en el chocolate.
En particular, le encanta el de una fábrica muy especial. Tántalo me estuvo contando cosas muy interesantes de la factoría, resulta que está dirigida por un hombre llamado Charlie, que la heredó de un engimático personaje. Pero no fue la típica herencia por sangre, sino que se ganó el derecho a la sucesión gracias a encontrar un papelito dorado en una chocolatina. Al parecer, ahora que el otrora chavalín se ha hecho mayor, desea encontrar un digno sucesor, y para ello va a seguir una táctica similar.
Siempre según Tántalo, a partir del mes siguiente, cada doscientas mil tabletas de chocolate que salgan de la fábrica incluirán un boleto dorado, que brindará la oportunidad única de visitar las instalaciones chocolateras y, con suerte, aspirar a suceder en la dirección al propio Charlie. A Tántalo, a mi interlocutor, se le abrieron los ojos como platos:
"El año pasado compré medio millón de chocolatinas. Es que están buenísimas, sobre todo el que lleva algo de leche", al decir esto último casi parecía excusarse. "Si igualo el récord, tendré un 250% de posibilidades de conseguir al menos un boleto."
"Pero oye, se supone que la probabilidad debe ser, como mucho, del 100% para un suceso dado, ¿no? ¿Cómo puede estar mal mi cálculo?" Llegados a este punto, supe exactamente a quién recurrir para obtener la mejor respuesta. Sin duda, los gurús que visitáis el Foro de Física podréis prestar a Tántalo una ayuda inestimable... aunque dudo mucho que los dioses le den permiso para abandonar su celda.
Como siempre, quiero empezar dando las gracias a todos los que intentasteis responder a Daguerre la quincena pasada. Su permiso en este mundo ya ha expirado, pero le he podido mandar vuestras respuestas. Al leerlas, se ha mostrado de lo más contrariado consigo mismo, no se explica como pudo olvidar algo tan básico. En cualquier caso, él también os envía las gracias y un cálido abrazo.
Esta semana me encuentro en él Tártaro, donde visito un antiguo conocido, que sigue cumpliendo condena en lo que hace siglos se consideraba un infierno terrenal. Se trata de Tántalo, uno de los mayores glotones de la historia. Con él inmenso honor de ser prácticamente él único mortal invitado a una comilona en el Olimpo, quiso devolverles el favor.
La parte escabrosa viene ahora: incapaz de saciar el apetito divino, pero sobre todo el suyo propio, sirvió un plato muy especial: su propio hijo desmenuzado. Qué horror, ¿verdad?
Bueno, eso fue hace mucho, y yo misma sé más que nadie lo que es tener un pasado tumultuoso, así que decidí hacerle una visita aquí en su eterna prisión. El hombre no ha cambiado, sigue siendo un destacado ejemplo de gula desmesurada. Pero ahora, en vez de ambrosía e hijos (que bastante tardó en conseguir que le perdonara, una vez los dioses lo hubieron recompuesto), ha puesto su mirada en el chocolate.
En particular, le encanta el de una fábrica muy especial. Tántalo me estuvo contando cosas muy interesantes de la factoría, resulta que está dirigida por un hombre llamado Charlie, que la heredó de un engimático personaje. Pero no fue la típica herencia por sangre, sino que se ganó el derecho a la sucesión gracias a encontrar un papelito dorado en una chocolatina. Al parecer, ahora que el otrora chavalín se ha hecho mayor, desea encontrar un digno sucesor, y para ello va a seguir una táctica similar.
Siempre según Tántalo, a partir del mes siguiente, cada doscientas mil tabletas de chocolate que salgan de la fábrica incluirán un boleto dorado, que brindará la oportunidad única de visitar las instalaciones chocolateras y, con suerte, aspirar a suceder en la dirección al propio Charlie. A Tántalo, a mi interlocutor, se le abrieron los ojos como platos:
"El año pasado compré medio millón de chocolatinas. Es que están buenísimas, sobre todo el que lleva algo de leche", al decir esto último casi parecía excusarse. "Si igualo el récord, tendré un 250% de posibilidades de conseguir al menos un boleto."
"Pero oye, se supone que la probabilidad debe ser, como mucho, del 100% para un suceso dado, ¿no? ¿Cómo puede estar mal mi cálculo?" Llegados a este punto, supe exactamente a quién recurrir para obtener la mejor respuesta. Sin duda, los gurús que visitáis el Foro de Física podréis prestar a Tántalo una ayuda inestimable... aunque dudo mucho que los dioses le den permiso para abandonar su celda.
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